lunes, 11 de enero de 2010

EL POR QUÉ DE LAS COSAS


Ya lo dice mi madre: “Dime con quién andas y te diré quién eres”. Y tiene razón. Hay costumbres, ideas, aficiones o vicios de los que te rodean, que te invaden, te influyen sin que tú te des cuenta. Valoramos y reconocemos lo bueno, pero ignoramos e incluso llegamos a negar si es necesario lo malo. ¿Es bueno dejarse influenciar? Pues mire usted, depende en qué. Nos dejamos influenciar desde los medios de comunicación, nos influyen los publicistas e incluso la mal llamada “clase política” (mal llamada a mi juicio, porque gran parte de ellos no tienen ninguna “clase”). Pero no hay nada peor que una mala influencia deportiva. Y yo no tengo una. Por desgracia tengo varias, y tienen nombre, apellidos e incluso grado. A saber. Oscar es una mala influencia de grado A, como la gripe. Está siempre ahí, aunque no le veas, mandándote correos con enlaces para que corras esta o aquella carrera y ofreciéndose presto para hacerte la inscripción. A Pablo le incluiríamos en el grupo de las malas influencias de grado L (de liante). Todos los domingos quiere que vayamos a hacer una tapia a la Casa de Campo. Y digo yo que cuando cojones vamos a terminar la puñetera tapia, que ya hemos ido un montón de veces, allí todo el mundo corre, pero ni dios pone ladrillos. Aunque creo que lo utiliza como escusa para desayunar en El Urogallo, que ya nos vamos conociendo. Y por último está Andrés. Grado T (de talibán). Ojo, si tenéis un amigo como él, huir, no contestéis a sus llamadas ni os dejéis embaucar por sus cantos de sirena. De lo contrario, si le hacéis caso, os veréis como yo, inmerso en la preparación de mi primer Maratón, el MAPOMA 2010, mi gran reto para este año y la excusa para comenzar este blog. Atrás quedan estos seis años devorando kilómetros en entrenamientos, carreras populares y medias maratónes, todas ellas corridas con mucha ilusión y mejor o peor fortuna. Ellos son mis amigos, son mis malas influencias, benditas malas influencias…

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